Caminar la mente: cuando cuidar también implica atravesar.

En salud mental no existen caminos iguales. Cada persona es un universo con su historia, sus heridas, sus silencios y su manera particular de entender la vida. Pretender que todos sanemos al mismo ritmo o de la misma forma es desconocer la profundidad de lo humano. Sanar no es una carrera ni una competencia; es un proceso íntimo, lleno de matices, pausas y redescubrimientos.

A veces, el mayor error al hablar de salud mental es creer que existe una fórmula o un momento exacto para “superar” las cosas. Pero la mente y el corazón no funcionan con plazos. Hay quienes logran abrirse pronto al perdón o al cambio, y otros que necesitan tiempo, distancia o silencio para integrar lo vivido. Ninguna forma es más válida que otra. Cada proceso merece respeto.

Sanar también implica aprender a habitar el tiempo sin exigirnos resultados inmediatos. La prisa emocional suele ser una forma sutil de violencia contra uno mismo. Cuando nos comparamos o sentimos que “ya deberíamos estar bien”, olvidamos que la verdadera curación no sucede en la velocidad, sino en la conciencia. Es en la comprensión, en la aceptación de lo que somos y lo que sentimos, donde empieza la transformación.

Desde la psicología, entendemos que cada historia tiene sus mecanismos, sus ritmos biológicos, emocionales y espirituales. Por eso, acompañar en salud mental no es presionar, sino acompañar el proceso del otro con respeto y presencia, sin forzar lo que aún no está listo para cambiar. Sanar es también aprender a esperar.

Y así, poco a poco, el dolor se vuelve maestro, la herida se convierte en puerta, y la lentitud deja de ser un obstáculo para transformarse en un acto de amor. Porque no hay un solo modo de sanar. Cada quien tiene su manera, su ritmo, su verdad. Y eso también es salud mental: aprender a darnos permiso para ir a nuestro propio paso.

Por ZERA psicología y Psicosentir y Actuar.