“El valor de detenerse”
- Zera psicologia
- 30 sept
- 2 Min. de lectura

A veces la vida nos exige hacer un alto en el camino, detener la prisa y escuchar lo que en silencio pide nuestro interior. No siempre se trata de grandes gestos ni de decisiones definitivas, sino de pequeñas pausas que nos permiten recuperar aire, sentido y dirección. Sin embargo, en una sociedad que celebra la productividad, la rapidez y la apariencia de fortaleza, detenerse puede ser visto como debilidad, como si el descanso y el cuidado personal fueran lujos innecesarios.
Existen mecanismos de protección que las personas utilizan para sobrevivir: guardar silencio, aislarse, pedir ayuda, llorar, escribir, incluso desconectarse por un tiempo del mundo exterior. Son formas de refugio que cumplen una función vital: sostenernos en momentos de dolor o confusión. Pero con frecuencia estos mecanismos son invalidados o malinterpretados. Se señala al que se aparta, se juzga al que pide ayuda, se ridiculiza al que muestra fragilidad. Lo que para la persona es un recurso de cuidado, para otros puede parecer una falla, cuando en realidad se trata de la expresión más honesta de humanidad.
Quizá sea necesario repensar la manera en que entendemos el refugio y la pausa. No todo mecanismo de defensa es huida, ni toda búsqueda de protección es un signo de fragilidad. Muchas veces son formas de sostenerse, de resistir, de esperar a que pase la tormenta. El problema no es que existan estas estrategias, sino que no siempre aprendemos a reconocer su valor ni a darles el espacio que merecen.
Hacer un alto en el camino es un recordatorio de que la vida no es solo avanzar, también es detenerse, sentir y recomenzar. Los refugios, aunque no siempre comprendidos, son territorios íntimos donde la persona encuentra la posibilidad de seguir siendo. Validar esas formas de cuidado, sin juicio ni etiquetas, es abrir la puerta a un modo más humano de acompañar la existencia.
Por ZERA psicología y Psicosentir y Actuar.



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