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La presión social y familiar: un peso silencioso en la conducta suicida.

  • Foto del escritor: Zera psicologia
    Zera psicologia
  • 4 sept
  • 2 Min. de lectura
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Cuando hablamos de suicidio solemos mirar hacia dentro: los síntomas de la depresión, la desesperanza, el sufrimiento emocional. Sin embargo, también es necesario abrir la mirada hacia afuera, hacia los factores externos que ejercen una presión constante y silenciosa sobre las personas. Entre ellos, la presión social y familiar ocupa un lugar fundamental, pues no pocas veces se convierte en una carga difícil de sostener.


Las expectativas sociales sobre cómo “deberíamos ser” o “cómo deberíamos vivir” pueden convertirse en un terreno hostil para quienes no encajan en esos moldes. La exigencia de éxito profesional, de cumplir con estándares de belleza, de responder a roles de género, o de aparentar fortaleza emocional puede generar una sensación de insuficiencia permanente. Cuando la vida real no alcanza los ideales impuestos, se instala el sentimiento de fracaso, de no ser suficiente, de no tener un lugar legítimo en el mundo.


En lo familiar, la situación no siempre es distinta. Muchas veces los hijos cargan con el peso de las expectativas de sus padres: ser los mejores, no fallar, cumplir con un proyecto de vida que no siempre les pertenece. En otros casos, lo que duele no es la exigencia, sino la ausencia: la falta de escucha, de validación y de reconocimiento de lo que se siente. El mensaje que reciben —explícito o implícito— es que lo que piensan o lo que son no tiene valor, y esa herida puede profundizar la desesperanza.


La presión social y familiar no actúa sola, pero sí amplifica el malestar. Las críticas constantes, la falta de apoyo o el estigma en torno a la salud mental pueden hacer que alguien con pensamientos suicidas se sienta atrapado, sin espacio para pedir ayuda. El silencio se convierte en refugio y en cárcel a la vez.


Hablar de suicidio desde esta perspectiva es reconocer que no todo recae en la “voluntad individual” de la persona. Las redes, los vínculos y los contextos también influyen, para bien o para mal. Y así como pueden empujar hacia el dolor, también tienen el poder de sostener. Una palabra de reconocimiento, un gesto de escucha genuina, un entorno que valida en lugar de juzgar, pueden marcar la diferencia entre la soledad y la posibilidad de seguir viviendo.


La sensibilización es urgente: comprender que la presión social y familiar tiene un impacto real sobre la conducta suicida nos invita a revisar cómo nos relacionamos, qué mensajes transmitimos y de qué manera estamos siendo parte de la carga o del alivio de quienes nos rodean. Porque prevenir el suicidio no es solo cuestión clínica; también es un compromiso social y humano.


Por ZERA psicologia y Psicosentir y Actuar.

 
 
 

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