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Cerrar ciclos: cuando la intención transforma el final en un nuevo comienzo.

  • Foto del escritor: Zera psicologia
    Zera psicologia
  • 16 dic
  • 2 Min. de lectura
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Cerrar un ciclo no es simplemente terminar algo. No es borrar, olvidar o negar lo vivido. Cerrar un ciclo es un acto consciente que nace cuando nuestras acciones dejan de ser automáticas y comienzan a estar guiadas por una intención clara: cuidarnos.


Muchas personas permanecen en ciclos que ya no nutren por costumbre, por miedo o por lealtades invisibles. No porque no lo sepan, sino porque cerrar implica responsabilizarse de lo que viene después.


El cierre no ocurre solo: se construye. Los ciclos no se cierran con el tiempo; se cierran con decisiones. Y toda decisión necesita intención. Sin intención, seguimos repitiendo: los mismos vínculos, las mismas dinámicas, las mismas formas de callar o de sobrecargar.


Cerrar un ciclo comienza cuando dejamos de reaccionar y empezamos a elegir.


La intencionalidad: el punto donde la conciencia despierta. Ser intencional no es controlar cada resultado, es asumir que cada acción —por pequeña que parezca— tiene dirección. Cuando actuamos sin intención: decimos “sí” por miedo a incomodar, permanecemos por culpa, toleramos por costumbre, repetimos por inercia. Cuando aparece la intención, la pregunta cambia: ¿esto que hago me acerca o me aleja de la vida que necesito?


Cerrar ciclos también es ordenar el espacio mental, mantenerlo abierto, consume energía emocional: dudas constantes, ambivalencia, desgaste, conflicto interno. Cerrar no siempre implica irse; a veces implica cambiar la forma de estar, poner límites, nombrar lo que antes se callaba, dejar de intentar salvar lo que no nos corresponde. La intención clara ordena el espacio mental  y permite soltar sin violencia interna.


Cerrar ciclos confronta una de las emociones más profundas: la culpa.

Culpa por elegirte.

Culpa por no cumplir expectativas.

Culpa por romper con lo conocido.


Pero elegirte no es egoísmo cuando lo haces desde la conciencia. La intención sana no busca herir, busca coherencia.


Cerrar ciclos no siempre se anuncia con grandes decisiones. Muchas veces ocurre en lo cotidiano: en una conversación honesta, en un límite sostenido, en un “ya no” dicho a tiempo, en dejar de explicarte de más, en cambiar la manera de responder. Cada acción intencional es un acto de cierre.


Cuando la intención es clara, el inicio se vuelve posible. No se puede abrir un nuevo ciclo desde la confusión. El inicio necesita claridad interna, no certeza absoluta.

Cuando tus acciones están alineadas con lo que sientes y necesitas, el cierre deja de doler de la misma forma y el comienzo deja de dar tanto miedo.


Cerrar ciclos es un acto de responsabilidad emocional. No con los demás primero, sino contigo. Es dejar de vivir en automático y empezar a tomar tus decisiones. No  es perder, es honrar lo vivido y elegir conscientemente lo que sigue. Porque cuando hay intención, cada acción deja de ser una reacción y se convierte en un paso hacia una vida más coherente contigo.


Por ZERA psicología y Psicosentir y Actuar.


 
 
 

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