Cuando la terapia falla: el estancamiento que nadie quiere nombrar.
- Zera psicologia
- 9 dic
- 2 Min. de lectura

Hay un momento difícil, casi inexplicable, en el camino de sanar: ese instante en el que la persona siente que la terapia no está ayudando, que todo sigue igual o que algo dentro simplemente no se mueve.
Es una sensación amarga…como querer avanzar pero tener los pies hundidos en arena húmeda. Como intentar hablar, pero que las palabras no salgan.
Sin embargo, este “no avanzar” también habla de algo muy humano. A veces no funciona porque estás cansado. No porque no quieras cambiar, no porque seas débil, sino porque llevas demasiado tiempo sosteniendo cosas que pesan más de lo que dices.
Cuando el alma está agotada, es difícil incluso pedir ayuda.
A veces no funciona porque sanar duele más de lo que esperabas. Entrar en uno mismo es un acto valiente, pero también es un acto que confronta.
Hay emociones que asustan, recuerdos que queman, verdades que incomodan. La mente se protege: cierra puertas, evita, se distrae. No es resistencia; es supervivencia.
A veces no funciona porque no encontraste aún a la persona que te escucha con tu idioma emocional. La relación con el terapeuta es un puente. A veces el puente es muy frío, muy técnico o muy distante. Y tú lo que necesitas es un espacio donde puedas respirar sin sentirte observado, donde tus silencios también tengan hogar.
Buscar otro terapeuta no es fallar: es elegir lo mejor para ti. A veces no funciona porque tu vida afuera está gritando más fuerte que cualquier sesión.
Cuando hay caos, violencia, estrés, pérdidas, responsabilidades que te desbordan…la terapia no puede competir con la tormenta. Primero necesitas refugio, luego introspección.
A veces no funciona porque tu momento de vida no permite profundizar. Hay etapas en las que sólo puedes sobrevivir. Y está bien. No todos los tiempos son tiempos de transformación. Algunas temporadas solo piden descanso, sostén y un poco de calma.
A veces no funciona porque nadie te ha enseñado cómo llevar la terapia a tu día a día. No por falta de interés, sino porque cambiar hábitos, patrones y formas de pensar es un trabajo silencioso, lento, casi invisible.
La terapia te entrega herramientas, pero tú necesitas encontrar cómo usarlas en tu mundo. Y eso lleva tiempo. Mucho más de lo que solemos admitir.
Cuando la terapia “no funciona”, quizá sí lo está haciendo… solo que de una forma que no reconoces todavía.
Sanar no es lineal. A veces se avanza retrocediendo, otras el dolor es señal de que algo dentro está intentando acomodarse, y en otros momentos la confusión es el primer paso para ver con claridad.
No estás fallando.
No estás roto.
No estás detenido.
Estás en un proceso que, aunque no lo parezca, también forma parte de tu propio camino de sanar.
Por ZERA psicología y Psicosentir y Actuar.



Comentarios